domingo, 1 de agosto de 2010

A VISTA DE PÁJARO

El siguiente relato tan solo pretende hacer un sencillo ejercicio de memoria viva, un breve viaje que nos transporte de manera individual o colectiva a anteriores etapas de nuestras vidas, quien no ha sentido en algún instante de su vida un ligero retroceso hacia momentos felices, los aquí relatados parten de un echo real que hay quien se atreve a fechar, personalmente tan solo recuerdo el hecho, allá por el final de los 50 o comienzo del los 60, que no es poco, quizás por su sencillez y simplicidad la recuerdo como si fuera ahora, para ser feliz, no son necesarias grandes cosas, y yo, en aquel momento lo era con muy poco.

A día de hoy, algunas de las personas mencionadas en el relato, afortunadamente siguen con nosotros, otras ya habían fallecido al ser escrito, y otras encontraron la muerte antes de que el texto viera la luz, al tratarse de memoria viva a todos los tendré como presentes, en aquellas tareas o facetas que se les recuerda comúnmente.

A VISTA DE PÁJARO

No sé qué edad podíamos por aquel entonces tener, al menos no lo recuerdo, éramos muy pequeños en aquella época, sólo sé que apenas si alcanzaba la barandilla más baja del campanario y me tenia que poner de puntillas para desde ella poder ver el suelo.
Entonces era costumbre, de al oír el ruido de los aviones salir a mirar a la puerta, pero esta vez la gente se había alborotado algo más de la cuenta, el avión pasó muy bajito, tanto que casi roza la veleta.
- Ese se ha ido a estrellar para la cruz de las Lagunillas, decían los más viejos.
- ¡Vamos a verlo! Salimos corriendo calle abajo hasta el sitio indicado como solo los niños pueden hacerlo.
No vimos ni rastro de humo ni de avión estrellado, nos subimos a un olivo por si se había caído más lejos y ni por esas llegamos a verlo, visto desde nuestra inocencia volvimos un tanto desilusionados, el tal avión habría remontado el vuelo y con viento fresco se habría marchado.
Al llegar al alto de la Iglesia, la puerta del campanario estaba abierta, cosa rara, ya que los monaguillos siempre la cerraban.
- ¡Vamos a subir! Y quizás desde lo alto podamos verlo.
Llegamos arriba con un poco de miedo, había gente mirando, por eso estaba abierto.
Nos pusimos bajo la campana grande que es por donde está más bajo, el avión no lo vimos desde luego, pero lo que vimos nos dejo boquiabiertos, desde allí puede contemplarse de un tirón todo el pueblo, las casas los corrales, las viñas y los huertos, lo que hacia cada cual, qué ganado se comía le hierba o quién quitaba los higos, melones, uvas sandías o ciruelas, quién entraba en misa o quién se quedaba en la puerta.

Todo esto nos parecía maravilloso, invadidos por una sensación de dominio, era como estar en todas partes, viendo a todo el mundo, sin perderse un detalle de lo que estaba sucediendo.
Nunca habíamos estado tan alto, parecía que estábamos en el aire, como en una nube flotando muy cerca del cielo, por eso pensé en aquel momento.

¡Aquí debe de ser donde se pone Dios para ver lo bueno y malo que hacemos!
- ¡Ahí va! ¡Qué grande y qué bonito, qué bien se ve todo!
- Demonios de muchachos no os acerquéis ahí que esto está muy alto y podéis caeros.
- ¡Mira se ven las eras, la laguna y también las escuelas¡
- Claro que se ven las escuelas, hay es donde teníais que estar.
- Pero si son vacaciones.
- Da igual es muy peligroso y no podéis estar.

Embobaditos estábamos ante tan magno espectáculo que apenas sí nos enterábamos que nos seguían regañando.......

..... Más tarde reconocí o deduje, quienes eran o que hacían los que por el pueblo se movían en aquel momento, aquí todo era pura rutina, cada cual venia a hacer lo mismo todos los días, quizás por eso lo recuerdo como si fuera ahora mismo sin el menor de los esfuerzos.

Desde lo alto del campanario vuelvo a ver a tío Juan Campanilla que atraviesa el alto, viene del balcón con una cesta de huevos, mientras Don Tomás el veterinario encierra meticulosamente el coche en la espaciosa cochera, tío Donato zajarrón hace engarillas, puertas y carros en la solejera, tío Esteban pozolino mete en el tenado del famoso campanillo una y otra vez el carro, sin parar hasta que haya la justa separación por ambos lados, luego desengancha y se sube a los mulos desde un poyete de cantería que en la puerta tiene instalado, tío Macario con zajones y tía Tiva con pañuelo a la cabeza van al huerto a cuidar las nueces y a segar hierba.

Tío Gonzalo Cueco con una cayada y arrastrando los pies va a sentarse a la sombra bajo el árbol de la Iglesia, allí cuenta a los muchachos hazañas propias de cuando estuvo en Cuba aunque nunca estuvo en ella.

Arturo Pariente va al huerto de la fuente con una calderilla a regar las tomateras, a la misma fuente mujeres se acercan con cántaros a la cabeza para traer agua fresca, otras van a machar garbanzos y luego a espolvorearlos por detrás de la Iglesia, en el poyo de tía Eulalia muchachos juegan al rozo la zuela, junto al de tía Justina, niñas saltan a la cuerda, de los hospitales viene tan alegre y como siempre deprisa tía Julia ligera, con un gancho y una cesta, de la huerta el prior viene el tío Ángel de coger brevas, encaramado sobre un tejado esta tío Parra quitando goteras, de los olivares con vardascas viene en su burra Valentín cuchara, echando pregones con una corneta se oye a Patarran allá por la plazuela, a traer zapatos de tacón alto y a echar medias suelas en casa de Ulpiano vienen las maestras, Antonio Catalán reparte cartas puerta por puerta, en la trasera la tahona Federico y Nico de la zorra descargan leña, por la delantera, de un camión descargan fanegas, junto a la cruz, al lado de su puerta, tío Juan macareno afila tijeras para esquilar las ovejas, tío Juan Nevao carpeta en ristre viene cobrando letras, de la parra con peces en una banasta viene Eusebio el turro.
¡Qué bien! Esta noche tenemos risas aseguras en la solejera, tío Hilario el mocho hace escobas de tamujas para barrer las eras, la escopeta al hombro el perdigón en la jaula va tío Urbano en busca de caza, de la cuadra saca tío Elías el burro rijoso y lo ata a la reja, por la carretera con la baca llena de maletas la empresa se acerca, el reloj de la plaza sonando está, mientras aquí se oyen las horas en Santibáñez el Alto los cuartos dan, camino las viñas la gente se apresta, unos con cestas, otros con aguaderas, unos a higos otros a brevas, a lo lejos se aprecia alguien que en serones estiércol lleva, otros vienen con leña en las parihuelas, cada uno a lo suyo sin pausa ni prisa.

En un abril y cerrar de ojos ves la laguna arriba, los álamos, el lejío y el camino de la granja, la fábrica, el corral concejo, los mojones, tierras y más tierras, por la campana chica se ve el cristo bendito, la dehesa y por el medio el camino verde que hasta la ermita llega, y al final de las encinas, presidiendo el valle que rodea su ermita, llenita de Gracia está María Santísima.

Más allá la raíz la Jerrumbrosa, a lo lejos más encinas y carrascos del monte abajo, y en el cerro Santibáñez , que por eso lo llaman el Alto, más cerca olivares, el huerto curina, la matilla, el arroyo, la cañada, los concejiles, la reina y al fondo la sierra de gata, siguiendo a la derecha junto al río Tralgas el monte arriba, el carrascal el pinar de tía Barbarita, los lagares, el chorrito, el teso el zorro, el regato la pasión y la fuente el oro, a la espalda son grandes las tapias y aunque no se puedan contemplar esta el huerto la culebra, el castañuelero, la fuente grande, el mojón, el pozo y la calleja las brujas, la cudrita, el camino el Pozuelo, la viña de tía Rufina y todas las demás viñas, todo esto y más cosas que se me hayan podido olvidar se pueden desde allí arriba ver o imaginar.

Para nosotros verlo todo de golpe fue algo grandioso que nos llenó de alegría, algo que quizás nunca podamos olvidar, era como estar en la gloria, pensábamos y sentíamos que allí estaba Dios viendo todo lo que se hacía, aquello duró sólo un momento, enseguida nos echaron era peligroso nos dijeron.

Hoy sé que Dios no estaba allí, (mejor dicho) hay otras tierras, otras gentes y tiene que estar más arriba para poder verlo o quizás no le importasen mucho nuestras viejas y pequeñas rencillas, ¿Que daño podíamos hacer desde nuestra pequeña mirilla? Si lo miramos bien mirado, hoy nos puede parecer insignificante, lo que ayer nos parecía exagerado.
El simple hecho de recordar la experiencia vivida me sigue poniendo los pelos de punta y la carne de piel de gallina, hay ciertas cosas que aunque simples o sencillas pueden hacer feliz y recordarlo toda la vida.

El mundo esta lleno de mil maravillas sí las contemplamos con los ojos con que los niños las miran.








Álbum Fotografico, desde el campanario de Villa del Campo.









Escalera de caracol
Campana Grande
























Fotos realizadas por J. G. Nevado desde el campanario, a peticion del blog y cedidas para tal fin.

Todas las fotos pueden ampliarse, para ser contempladas con mayor nitidez.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Como siempre magnifico, una recreacion fotográfica de un momento que guardo en mi retina casi, casi, como si hoy lo estuviera viendo. Grandes recuerdos de un tiempo inolvidable.
Gracias por arrancar tan bonito relato al tiempo.
Un saludo.

PS.
La "zorra" era el carro que Eleuterio "el de la tahona" utilizaba para traer las jaras que luego utilizaba para calentar el horno, el diametro de las ruedas era la mitad de grande que los crros normales y por eso era única en su especie.

Anónimo dijo...

El relato me recordaba a otro del año pasado, he vuelto a leer "Las llaves del campanario" y hay diversas conexiones, los personajes (las personas), el tiempo, etc.
En todo caso muy, muy bueno.

Villa del Campo dijo...

No es de extrañar que existan conexiones entre ambos escritos, pues aunque surgidos de diferente pluma proceden de la misma cuna, no es el mismo tiempo, hay al menos 15 años entre las historias que se cuentan.

Anónimo dijo...

Cuando escribí "Las llaves del campanario" en junio de 2009, ya conocía, porque es anterior, " A vista de pájaro", entonces solo pensaba en la dedicatoria del mismo, aunque es evidente que alguna influencia ha podido tener, el subconsciente es así, desde luego no era mi intención el plagio.
En cualquier caso aquéllas entrañables personas continuarán en nuestro recuerdo, en mi caso haciendo especial énfasis (familia aparte) en Felipe "El Rojo", Pedro "Mazaroco" y Julián "El Retratista".
Un saludo para todos.

Antonio Moreno Corrales.