jueves, 5 de agosto de 2010

LA LAGUNA EL SAPO


Muchas son las lagunas y pedreras que se encuentran en el término de Villa del Campo, basta con activar cualquier visor cibernético para apreciar desde el aire los innumerables puntos azules que invaden su geografía, en un estudio realizado por la Falange, allá por los años 60, se cita que nuestras principales lagunas publicas, son cubetas o depresiones naturales modificadas por el hombre, algunas de ellas en época romana.
Todas estas lagunas forman parte de una amplia red de abrevaderos que retienen y abastecen un bien común y vital, escaso en la zona, como es el agua.

Las pedreras además de desarrollar similar función a nivel particular, tenían el aliciente de que al ser el terreno básicamente pizarroso, proporcionaban piedras para circundar un terreno aledaño, (no se tiene en cuenta cual era el fin, si el cercado o construir el deposito, ya que ambas cosas se complementan y compenetran) practica muy común desde mediados del siglo XVIII, sobre todo en las inmediaciones del pueblo, hasta entonces los terrenos limítrofes con el, en el más amplio y extenso sentido de la palabra, eran ejidos, (Lejio en la voz popular).


De entre todas las lagunas hay una que destaca de manera especial, no hay nadie que proceda de esta villa o se precie en conocerla, que no haya visto o no haya oído hablar de la Laguna el Sapo, laguna que se encuentra dentro de la dehesa, junto al camino de la ermita y a poco más de 2 kilómetros del centro del pueblo, circunstancias que hacían de ella, la más idónea para cierto tipo de recreo o divertimiento de la juventud masculina en época estival, aquí como en casi todas partes de la península, llegado el verano el calor aprieta con suma fuerza y a falta de río en las proximidades y la ausencia total de piscinas, no en vano situamos la acción en torno a mediados los años 60, se acudía a la Laguna el Sapo para darse un chapuzón.
(Esta práctica procedía de una larga tradición, que tiene su origen en el final del proceso de la recolección de los cereales, tras encerrar la última paja se solía ir con carro incluido a darse un chapuzón a la laguna para quitarse el tamo, polvo de la paja, que con el sudor del cuerpo picaba y era muy molesto.)
Más que chapuzón, en sí era un remojón y solía ser dominical, después de misa, mientras los demás tomaban las once, bajar los dos kilómetros hasta la laguna, entre el polvo del camino y la que caía a esas horas tenia su merito, el chapuzón o remojón refrescaba, pero aquello no dejaba de ser una laguna invadida por el cieno y demás excrementos e inmundicias, con la añadidura de que prácticamente ninguno de los bañistas sabíamos nadar, todo lo más, chapotear donde no cubría enturbiando más si cabe el agua, lógicamente se acudía sin toalla ni bañador y bañarse con los calzoncillos de la época requería esperar mucho tiempo tras el baño para que estos se secaran, (el baño se hacia sin el consentimiento familiar) amén del consiguiente riesgo de que quedaran más sucios de lo que podían estar y más tarde te podían delatar, razón por la cual se solía hacer en bolas, lo apartado del lugar hacia propicia tal practica no exenta de riesgos, el cercano camino podía jugar malas pasadas y de hecho lo hacia, ajeno a su voluntad entre otros muchos transeúntes, cualquiera de las hijas de tío Regino (guarda de la dehesa) podía tomar el camino, paso obligado en sus idas y venidas entre la dehesa y el pueblo, a buen seguro que Nana, Rosa, Kica, Regina, Mari Carmen o Valentina, en alguna ocasión se encontraron con el espectáculo y sin proponérselo nos han visto el trasero a más de uno mientras sorprendidos buscábamos refugio tras una encina, ya que si te pillaban fuera del agua cada cual escabullía el bulto como podía, no pasaba nada más que la vergüenza por si te habían reconocido, pues en el hecho no había mala intención, provocación o exhibicionismo, tan solo era un inocente baño en un lugar algo apartado, la algarabía que se formaba, podía atraer a gitanillos acampados en las proximidades de la dehesa, que acudían al revuelo buscando algún cigarrillo a cambio de un cantar.


El viaje de regreso en pleno medio día, hacia inútil las intenciones de limpieza y refrescamiento, se llegaba al pueblo más sudoroso y polvoriento que cuando de el se había salido, pero era un signo inequívoco de que se avecinaban nuevos tiempos y allí estaba la generación de turno anticipándose al futuro.
Un puñado de años más tarde, el agua corriente llego al pueblo, la mecanización automovilística desplazo la practica al río o al pantano, la piscina adecento el uso en cánones saludables, ganamos mucho en el cambio, pero perdimos una agradable y divertida tradición.

Hoy día andamos un tanto escasos en tradiciones, las que teníamos se han ido perdiendo con el tiempo, mantenemos unas cuantas, casi todas de carácter religioso y al auspicio de la Santa Madre Iglesia, Iglesia que amén de su labor social y espiritual, las mantiene porque le reportan beneficios económicos.

Bueno seria que tratásemos de mantener alguna de nuestras tradiciones, una de ellas podría ser volver en plan festivo y competitivo a la laguna el Sapo, de manera organizada se podría hacer una travesía a la mencionada laguna, afortunadamente hoy día la mayoría sabe nadar y con los medios actuales atravesar los escasos 50 metros que en Agosto pueda tener la laguna no causaría un gran obstáculo y podría ser un atractivo aliciente.

 ¡ANIMO CAMPUSOS! Y A POR LA 1ª TRAVESIA DE LA LAGUNA EL SAPO.

Fotos de J.L.L. Tato, Marce y M. A. Morcillo

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