viernes, 24 de julio de 2009

Correr los Gallos

El origen de tan popular carrera encuestre, parece proceder de las antiguas pruebas de inicio que ejercían los Celtas para seleccionar a los jóvenes que estaban preparados para guerrear.
Llegado el momento, en la agresión al animal, que requería astucia, destreza, habilidad, valor y fuerza física, los jóvenes Celtas venían a demostrar que eran actos para la lucha.
La ceremonia o ritual, consistía en arrancar a cuajo con la mano, desde una cabalgadura al galope, la cabeza de un gallo, que se hallaba colgado por las patas, sobre un cordel, a una altura solo alcanzable desde la montura.
La utilización de un gallo para dicha ceremonia, podría ser discutible, aunque su agresividad, su pecho henchido, su orgullosa cresta, y sus desafiantes espolones, dicen mucho en su favor, así como su comportamiento en el corral, ejerciendo en todo momento de macho patriarcado, dan buena muestra de que es un animal tremendamente poderoso y cruel.
El gallo era el vocero que obligaba a los humanos a reiniciar las duras faenas de cada día, (algunas teorías apuntan a este dato por el cual se le ejecuta públicamente, como castigo a su osadía de perturbar el descanso) su canto se creía que ahuyentaba los peligros de la noche, simbolizaba la resurrección de la luz y está citado en el Evangelio, en el episodio de las negaciones de Pedro, dentro del cristianismo se conoce su utilización al menos desde el año 820, como vigilante incansable desde las veletas de los campanarios, también se creía que al impregnarse con su sangre, transmitía su poder fecundatorio.
Hasta mediados los años cincuenta, se pudo contemplar en Villa del Campo el primitivo sentido del acto, este solía coincidir como en otros muchos lugares, con el martes de carnestolendas, (Carnaval) ultimo día hábil de entre los festivos que se permitía comer carne, hay que tener en cuenta que los gallos eran consumidos, bien comunalmente o entre el regocijo de los familiares.
El motivo por el cual se llevaba a cabo, variaba poco del originario Celta, correr los gallos, seguía representando esa prueba de valor o bautismo de sangre, en la que el mozo pasaba a ser acto para la guerra, si bien esta, afortunadamente no estaba siempre presente, existía la obligación de cumplir el servicio militar, y era motivo obligado, el que el joven, debía abandonar su casa y la custodia paterna para incorporarse al ejercito, este hecho, suponía en numerosísimos casos, la única oportunidad que los jóvenes de los pueblos tenían para salir y conocer otras tierras, otras culturas y en el peor de los casos, otros Continentes, entre otros, estos eran los motivos por los que seguía vigente la tradición, dar protagonismo a los quintos, en esos momentos tan decisivos y agasajarles con las celebraciones antes de iniciar tan decisiva prueba de fuego, (hoy puede parecernos ridículo, pero visto desde aquellos tiempos, no era para menos) a la vuelta se solía decir que volvían hechos unos hombres y generalmente acto seguido solían casarse, con la consiguiente creación de una nueva familia, y la ruptura de temas tabúes hasta ese momentos, como la consideración de sus opiniones o el poder fumar delante del padre.
La fiesta en si era un autentico derroche de colorido y belleza, los típicos atuendos, salían de los baúles y tanto jinetes como cabalgaduras, lucían sus mejores galas, (los quintos mostraban su destreza ante la atenta mirada de familiares, amigos o vecinos, mientras esperaban turno de intervención.)
Los últimos gallos que se recuerdan, fueron corridos en la entrada del cristo, la altura a la que estaban colgados, por costumbre solía ser, la de un carro con la pértiga hacia arriba, (en algunos sitios donde escaseaba el arbolado, solían utilizar dos carros en esa posición) si bien en el momento de que el quinto pasaba bajo la soga, esta solía ser tensada, ganando altura y engañando al jinete, dificultando aun más la ejecución, en esta ultima etapa, ya no se arrancaba la cabeza al ave, esta acción era mal vista y entrañaba más riesgo para el jinete, si no tenia mucha destreza, corría el riesgo de verse descabalgado, perdiendo el equilibrio en el intento, por lo que se octava por un palo, vara o garrote para la ejecución.
Esta vistosa y cruel demostración, de correr los gallos, presente en casi toda España, citada por Lope de Vega, bajo el seudónimo de Maestro Tomé de Burguillos, en el Soneto LXXXVII, dedicado al nacimiento del Príncipe Baltasar Carlos, hijo de Felipe IV y por Luís de Góngora en el Romancillo de Hermana Marica, entre otros muchos autores, fue sustituida por la pita ciega, no menos cruel, pero más tolerada por la nueva sociedad emergente de la época, terminando de este modo con tan ancestral y renombrada fiesta de vital importancia dentro de la quinta, ya que dicho acto era llevado a cabo, como antes se ha dicho por los quintos de ese año, y con el cual quedaban prácticamente cerrada la actividad de la quinta, nombre que procede de la antigua obligación, de entregar la quinta parte de los mozos, al servicio del estado, Rey o señor feudal.

martes, 7 de julio de 2009

TOQUES DE CAMPANAS, ESQUILAS Y ESQUILONES

En este como en cualquier otro pueblo de España, las campanas tuvieron un gran poder de convocatoria, sus sonidos transmitían lo que había pasado, estaba pasando, o iba a pasar, cual grandes protagonistas, anunciaban y pregonaban los acontecimientos, especialmente los de carácter religioso, marcando las pautas con sus tañidos; característicos, específicos y diferentes, según el mensaje que debieran transmitir.
El campanario de Villa del Campo tiene dos campanas, la grande, da al medio día y la chica a poniente.
A diario se tocaba a misa sobre las 8 o las 9 de la mañana, consistía en hacer sonar la campana chica, dando un solo toque, si era misa rezada (La diaria normal) y las dos campanas, dos toques, si era misa cantada .
El toque de la misa diaria consistía en dar una serie de dobles campanadas, con una leve pausa entre cada una y al final tres campanadas.
La duración de los toque era estimada, no tenia tiempo fijo, había que subir al campanario para poder hacerlo, al bajar y ya desde la Iglesia se daba un toque con el esquilón, mediante una larga cuerda, (no se tiene acceso a él, por estar sobre el tejado de la Iglesia) el sonido que este emite, suele ser siempre el mismo, ya que se produce por oscilación o balanceo, sin llegar a voltear, debido a que la cuerda era muy justa y a los que éramos bajitos, si no la cogias bien y te acoplabas a su balanceo te solía elevar, transcurridos unos diez minutos se daba otro toque de esquilón y acto seguido comenzaba la misa.
El Ángelus (Ave María) se tocaba tres veces al día: Al amanecer, al medio día y al atardecer.
El Ángelus del medio día o “toque de comer”, además de informar del Ángelus nos comunicaba que era la una, el medio día, la hora de parar de las faenas del campo y disponerse a comer así lo entendían quienes estaban en el pueblo o cerca de él, trabajando, (se solía decir, vamos a comer que ya tocó la campana, fue muy socorrido en aquellos tiempos en los que tener reloj era un lujo al alcance de muy pocos.) El toque consistía en tres campanadas de la campana chica, tan, tan, tan, se hacia un intervalo y se daban otras tres, otro intervalo y tres campanadas más, acto seguido se hacia un repiqueteo muy deprisa, de mayor a menor intensidad, hasta casi perder el hilo del sonido, para volver a elevarlo y terminar con tres campanadas.
Los sábados y vísperas de fiestas, entre las tres y las cinco, (antes de entrar en la escuela o al salir de ella) se tocaba a vísperas, se hacia con las dos campanas a la vez, durante un tiempo, se paraba un momento y se continuaba, los Domingos y festivos, para la misa primera si hacia igual que a diario, para la misa mayor, se tocaban ambas campanas dos veces, con un intervalo de 15 o 20 minutos, tras el segundo toque , se tocaba el esquilón y tras unos diez minutos más o menos, según el criterio del cura, el segundo toque de esquilón.
El tiempo trascurrido entre el primer toque y el último, es el que él estimaba que podían tardar en asearse y acercarse a la Iglesia.
Por la tarde para el rosario, se seguía el mismo ritual, durante las procesiones, se tocaban ambas campanas con paradas o intervalos, cuando alguien fallecía, se comunicaba con 11 campanadas de la campana grande si era varón el fallecido y nueve si era hembra, a continuación se doblaba, se daban dos campanadas seguidas con la campana chica tan, tan, y tras un breve silencio una de la grande, si el difunto era pudiente y podía pagarlo se daban doblones, consistía en hacer coincidir el sonido de las dos campanas varias veces seguidas, mientras se doblaba, estos doblones se concertaban por un número determinado, el cura avisaba a los monaguillos, (tenéis que dar tantos doblones). Antes y durante los entierros se doblaba y de igual modo, se hacían los doblones si procedía, el día anterior al año del fallecimiento, al oscurecer se doblaba por lo que se decía “el cabo de año” al cabo de año, se distinguía de otros toques de difuntos, porque era al oscurecer y no comenzaba con los toques de sexo del fallecido.
En la tarde de los Santos, después del rosario, se comenzaba a doblar por todos los difuntos, con doblones incluidos, sin parar durante la noche, hasta la misa del día de los difuntos. En la misa de Jueves Santo, al entonar el Gloria, comenzaban a repicar la campanas, esquilas y esquilones todas juntas, finalizado el Gloria quedan silenciadas y las convocatorias y toque durante los oficios, se hacían con matracas, hasta el Gloria de la misa del Sábado Santo o Domingo de Resurrección, a la inversa que el Jueves Santo.
Durante la procesión del Domingo de Resurrección, sólo se tocaban después del encuentro, la señal de que el hecho se había producido, eran los cohetes.
Las esquilas o campanillas, también tenían su función tanto dentro como fuera del templo. En las misas se utilizaban para anunciar la consagración, cada vez que el sacerdote se arrodillaba y se levantaba; alzaba o bajaba la Forma o el Cáliz se daba un toque breve de campanilla, a la vez sonaban tres campanadas espaciadas de la campana grande, que además de comunicar fuera que se estaba en la consagración, el pueblo sabía que ya quedaba poco para terminar la misa.
Mientras la exposición de Santísimo se solía tocar cogiendo el mango de la esquila con los dedos, no con la palma de la mano, como es habitual, de manera que el badajo golpeara levemente sólo sobre uno de los bordes, produciendo un sonido continuo, tin, tin, tin,….
Cuando se daba la extremaunción o Viático a los moribundos, se anunciaba desde la puerta de la iglesia y por las calles, hasta el domicilio del enfermo, (mientras hubo sacristán se tocaba un pequeño esquilón que procedía del Cristo, tocarlo entrañaba cierta dificultad para las pequeñas manos de los monaguillos, de ahí que se optara por una campanilla, de menor volumen) un tilín cada dos pasos. De igual modo se hacia durante el recorrido, acompañando al Santísimo, y para que supieran los vecinos que pasaba por allí cuando estaba en la calle.
Fuera de las convocatorias religiosas, se utilizaban para avisar de fuego o incendio solían ser toques muy rápidos con ambas campanas que indicaban la urgencia con la que había que ir a socorrer al necesitado.
“Hay quema” pregonaba la gente, a la vez que las campanas y raudo, se acudía a ayudar.
También se solía llamar a los quintos, para el talleo, con un toque, de la campana, situada en el Ayuntamiento.