martes, 7 de julio de 2009

TOQUES DE CAMPANAS, ESQUILAS Y ESQUILONES

En este como en cualquier otro pueblo de España, las campanas tuvieron un gran poder de convocatoria, sus sonidos transmitían lo que había pasado, estaba pasando, o iba a pasar, cual grandes protagonistas, anunciaban y pregonaban los acontecimientos, especialmente los de carácter religioso, marcando las pautas con sus tañidos; característicos, específicos y diferentes, según el mensaje que debieran transmitir.
El campanario de Villa del Campo tiene dos campanas, la grande, da al medio día y la chica a poniente.
A diario se tocaba a misa sobre las 8 o las 9 de la mañana, consistía en hacer sonar la campana chica, dando un solo toque, si era misa rezada (La diaria normal) y las dos campanas, dos toques, si era misa cantada .
El toque de la misa diaria consistía en dar una serie de dobles campanadas, con una leve pausa entre cada una y al final tres campanadas.
La duración de los toque era estimada, no tenia tiempo fijo, había que subir al campanario para poder hacerlo, al bajar y ya desde la Iglesia se daba un toque con el esquilón, mediante una larga cuerda, (no se tiene acceso a él, por estar sobre el tejado de la Iglesia) el sonido que este emite, suele ser siempre el mismo, ya que se produce por oscilación o balanceo, sin llegar a voltear, debido a que la cuerda era muy justa y a los que éramos bajitos, si no la cogias bien y te acoplabas a su balanceo te solía elevar, transcurridos unos diez minutos se daba otro toque de esquilón y acto seguido comenzaba la misa.
El Ángelus (Ave María) se tocaba tres veces al día: Al amanecer, al medio día y al atardecer.
El Ángelus del medio día o “toque de comer”, además de informar del Ángelus nos comunicaba que era la una, el medio día, la hora de parar de las faenas del campo y disponerse a comer así lo entendían quienes estaban en el pueblo o cerca de él, trabajando, (se solía decir, vamos a comer que ya tocó la campana, fue muy socorrido en aquellos tiempos en los que tener reloj era un lujo al alcance de muy pocos.) El toque consistía en tres campanadas de la campana chica, tan, tan, tan, se hacia un intervalo y se daban otras tres, otro intervalo y tres campanadas más, acto seguido se hacia un repiqueteo muy deprisa, de mayor a menor intensidad, hasta casi perder el hilo del sonido, para volver a elevarlo y terminar con tres campanadas.
Los sábados y vísperas de fiestas, entre las tres y las cinco, (antes de entrar en la escuela o al salir de ella) se tocaba a vísperas, se hacia con las dos campanas a la vez, durante un tiempo, se paraba un momento y se continuaba, los Domingos y festivos, para la misa primera si hacia igual que a diario, para la misa mayor, se tocaban ambas campanas dos veces, con un intervalo de 15 o 20 minutos, tras el segundo toque , se tocaba el esquilón y tras unos diez minutos más o menos, según el criterio del cura, el segundo toque de esquilón.
El tiempo trascurrido entre el primer toque y el último, es el que él estimaba que podían tardar en asearse y acercarse a la Iglesia.
Por la tarde para el rosario, se seguía el mismo ritual, durante las procesiones, se tocaban ambas campanas con paradas o intervalos, cuando alguien fallecía, se comunicaba con 11 campanadas de la campana grande si era varón el fallecido y nueve si era hembra, a continuación se doblaba, se daban dos campanadas seguidas con la campana chica tan, tan, y tras un breve silencio una de la grande, si el difunto era pudiente y podía pagarlo se daban doblones, consistía en hacer coincidir el sonido de las dos campanas varias veces seguidas, mientras se doblaba, estos doblones se concertaban por un número determinado, el cura avisaba a los monaguillos, (tenéis que dar tantos doblones). Antes y durante los entierros se doblaba y de igual modo, se hacían los doblones si procedía, el día anterior al año del fallecimiento, al oscurecer se doblaba por lo que se decía “el cabo de año” al cabo de año, se distinguía de otros toques de difuntos, porque era al oscurecer y no comenzaba con los toques de sexo del fallecido.
En la tarde de los Santos, después del rosario, se comenzaba a doblar por todos los difuntos, con doblones incluidos, sin parar durante la noche, hasta la misa del día de los difuntos. En la misa de Jueves Santo, al entonar el Gloria, comenzaban a repicar la campanas, esquilas y esquilones todas juntas, finalizado el Gloria quedan silenciadas y las convocatorias y toque durante los oficios, se hacían con matracas, hasta el Gloria de la misa del Sábado Santo o Domingo de Resurrección, a la inversa que el Jueves Santo.
Durante la procesión del Domingo de Resurrección, sólo se tocaban después del encuentro, la señal de que el hecho se había producido, eran los cohetes.
Las esquilas o campanillas, también tenían su función tanto dentro como fuera del templo. En las misas se utilizaban para anunciar la consagración, cada vez que el sacerdote se arrodillaba y se levantaba; alzaba o bajaba la Forma o el Cáliz se daba un toque breve de campanilla, a la vez sonaban tres campanadas espaciadas de la campana grande, que además de comunicar fuera que se estaba en la consagración, el pueblo sabía que ya quedaba poco para terminar la misa.
Mientras la exposición de Santísimo se solía tocar cogiendo el mango de la esquila con los dedos, no con la palma de la mano, como es habitual, de manera que el badajo golpeara levemente sólo sobre uno de los bordes, produciendo un sonido continuo, tin, tin, tin,….
Cuando se daba la extremaunción o Viático a los moribundos, se anunciaba desde la puerta de la iglesia y por las calles, hasta el domicilio del enfermo, (mientras hubo sacristán se tocaba un pequeño esquilón que procedía del Cristo, tocarlo entrañaba cierta dificultad para las pequeñas manos de los monaguillos, de ahí que se optara por una campanilla, de menor volumen) un tilín cada dos pasos. De igual modo se hacia durante el recorrido, acompañando al Santísimo, y para que supieran los vecinos que pasaba por allí cuando estaba en la calle.
Fuera de las convocatorias religiosas, se utilizaban para avisar de fuego o incendio solían ser toques muy rápidos con ambas campanas que indicaban la urgencia con la que había que ir a socorrer al necesitado.
“Hay quema” pregonaba la gente, a la vez que las campanas y raudo, se acudía a ayudar.
También se solía llamar a los quintos, para el talleo, con un toque, de la campana, situada en el Ayuntamiento.

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