Corría el año 2007 y se habían contado algunos días del mes de Octubre, cuando encontré una escueta nota sobre la comitiva de una Princesa que había salido de Coria y fue a dormir al Campo, (hoy Villa del Campo) tras posteriores indagaciones se supo que la comitiva fue la más grande jamás creada en España, y que ciertamente había pasado por el Campo…
… Casi al mismo tiempo, una noche mientras dormía, tuve un sueño o visión, que me sumergía en aquella memorable comitiva, con toda claridad vi que en la plaza del Campo, aparecían unos jinetes vestidos con ricas y extrañas vestimentas, el ruido de las cabalgaduras atrajo a infinidad de curiosos, (sobre todo, a mujeres y niños) tras hacer sonar unos tambores, a viva voz leyeron un pergamino que previamente habían desenroscado, posteriormente clavaron varios pergaminos en los postes de madera que sostenían los portales de la plaza y en algunas de las puertas más cercanas, (anunciaban la llegada de la comitiva de la Princesa María Manuela de Portugal, que se dirigía a Salamanca para consumar su matrimonio con el Príncipe Felipe, que más tarde reinaría como Felipe II, y se pedía que fuese recibida lo más dignamente posible).
El estruendo de los cascos sobre la calle empedrada, desvelo mi sueño y me despertó.
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Posible composición del edicto leído en la plaza |
Por más que lo intentaba no lograba dormir, ni borrar aquellas significativas imágenes, que una y otra vez de manera encadenada se sucedían en mí mente, como una pegadiza melodía de la que no puedes desprenderte.
Cuando
de madrugada caí rendido, las secuencias que persistían en el subconsciente me
devolvieron al sueño.
Para
ese entonces, la comitiva ya había llegado a Villa del Campo, a la entrada del
Cristo se concentraba una muchedumbre que daba vivas a la princesa, el pueblo
entero se había vestido con sus mejores galas y aclamaba a los recién llegados,
la princesa descabalgó y en compañía de dos Obispos y varios nobles entraron en
la ermita y postrados ante la imagen, oraron brevemente, al salir nuevamente
eran vitoreados mientras que una larga fila de personajes ilustres se habría
paso entre el calvario y se dirigía al sitio conocido como la reverencia, allí
se había formado un arco triunfal engalanado con ramas de laurel, y árboles
próximos del entorno, tras pasar el arco, eran recibidos por las autoridades
civiles y eclesiásticas. Algo me decía que aquello que ante mí ocurría era una
escenificación de lo acontecido siglos atrás, ya no eran los caballeros a la
vieja usanza medieval quienes veía en la representación, incluso yo mismo me
reconocía, en la figura de uno de los niños revestidos que acompañaban al
párroco que les daba la bienvenida y solemnes bendiciones, tras el debido
protocolo hacían la entrada triunfal, al solemne ritmo de la Marcha del Antiguo
Reino de Galicia, (marcha que al igual
que la leyenda de Aldara, la doncella
cierva del Castillo de Doiras, había sido introducida por un desterrado gallego
que buscó refugio en la Alcantarina orden de caballería) tras la entrada,
pueblo y comitiva se dirigían a la plaza donde eran obsequiados con bailes
regionales y productos típicos locales, tras lo cual, en tono festivo,
acompañados de pasacalles, daban una vuelta por todo el pueblo, deteniéndose en
plazas o plazuelas, así como en otros puntos dónde las calles lo permitían, y
bailaban sus bailes más destacados. De vuelta a la plaza, todos degustaban la
feria medieval, que contaba con abundantes alicientes.
Todo
era confuso y novedoso me sentía agobiado y apenas si podía alcanzar a entender
lo que pasaba, dentro de la confusión que me embargaba, ocurrían diferentes
situaciones entre sí relacionadas, simultáneamente a la representación local,
veía una gran compañía de cómicos de las Diputaciones Extremeñas, que itinerantes recorrían las 16 localidades por donde pasó la citada comitiva, en cada pueblo
o ciudad se recreaba con todo lujo de detalles el acontecimiento que contaba
con la masiva participación y colaboración de vecinos e instituciones locales y
provinciales, el festejo era tan majestuoso que atraía a los pueblos aledaños,
y a los no tan aledaños, convirtiendo la fiesta en una de las más esperadas del
año.
A
su ved, en el fresco aire festivo, venia envuelto un viejo son que me identificaba
con el “Baile de la Rúa” la visión era borrosa, como si algo la hubiera
difuminado, aun así pude apreciar dos largas filas de hombres, ataviados con
pantalones bombachos, chalecos floreados en la espalda y cubiertos con
sombreros calañeses, que sostenían en lo alto pañuelos de colorines, las
hileras llenaban la calle Gonzalo del Campo, desde el alto de la Iglesia a la
solejera, al son de la música, comenzaban a revolotear los pañuelos y a sonar
las castañuelas, formándose bellos remolinos tras los cruces de parejas, del vivaz baile que se practicaba en el Campo con
frecuencia.
Poco
a poco la imagen se fue acentuando y pude ver con mayor claridad que se trataba
de una representación teatral, un grupo folklórico había rescatado el viejo
baile de la “Rúa” y lo estrenaba en un bello espectáculo que recreaba el viaje
de la comitiva de la princesa, además de la “Rúa” se bailaba el baile más
representativo de cada uno de los pueblos por donde había pasado la comitiva, y
había llegado el momento en que la comitiva llegaba al Campo, y allí, en medio
del mejor folclore Extremeño, entre el Candil, el Redoble o la jota de Coria,
representado sobre un fondo de la citada calle Campusa, de manera
resplandeciente se ejecutaba el baile de la “Rúa”, que dejando a un lado, el
ser exclusivo de un pueblo, pasaba a formar parte del patrimonio cultural
universal.
La
expectación creada en torno a la “Rúa” era enorme, casi nadie la había visto
bailar, y todos esperaban ansiosos el momento de verla, apenas sí había
comenzado y ya se apreciaba que su belleza escénica era memorable, tanto que
una salva de aplausos irrumpió en plena actuación y me despertó del sueño, al
instante, un escalofrío recorrió mi cuerpo, estaba abatido, me sentía como si
hubiera librado una batalla contra un invisible enemigo, mire a todos lados y
nada había a mi alrededor, estaba solo y abatido, nada real había ocurrido,
solo era un sueño...